B+

Me gusta hacerla de pedo, me gusta complicarme todo. TO-DO. Porque cuando las cosas van perfecto, así naturales, cuando algo sucede de forma espontánea, ahí, justo ahí, lo estropeo. Me transformo en la persona más irritante, y lo disfruto tanto que se me ha hecho un placer culposo. Me amenazan con dulzura, me piden que me detenga, que no siga, que ya me calle, pero no, me pongo loquísima, reviento.
Primero paranoia, angustia, luego celos, ira, suposiciones perversas. Seguido de carita de perro, falso arrepentimiento: “perdón perdón, es mi culpa, lo siento”, no es cierto, no lo siento. Yo sólo quiero seguir jodiendo, elaborando problemas donde no los hay, porque soy nada sin eso. Y es que a mí me hace falta la discusión, el argüende, los berrinches. Si supieran cuánto me gusta, cuánto disfruto mentando madres, lloriqueando. 
Cuando he cumplido mi cometido me retiro, como quien le da un llegue al carro prestado y luego se hace el que la virgen le habla, levantando las manos, encogiendo los hombros: “no sé wey, así estaba cuando me lo diste”.
© Bea Black

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Si de la punta de tu lengua saltaran las palabras que mi oído anhela,
no me quedaría sentada a la luz azul de la pantalla que negra se apaga
y burlona refleja mi cara que todo dice, que aunque quiero no se calla.

Si todo girara en sentido contrario y el tiempo fuera menos duro,
yo no me opacaría bajo mis pensamientos ni ocultaría la tristeza,
y quedaría todo claro y en silencio de tanto hablar lo que no hemos dicho.

No todo es crudo, la primavera llega y tu te alegras en otras calles,
las sombras son verdes y todo está lleno de una luminosidad que acaricia.
© Bea Black

HURT2

Desvelarme
Vestirme
Desvestirme
Velarme

A labios
A ojos

A muchas manos

Tanto de no dormir
Tanto de no soñar
Tanto de no tocarnos
© Bea Black


CECILIA

Llevaba toda la tarde en la azotea pensando en las posibilidades que brindaba el ser invisible. La más interesante sería entrar en su casa y asustar a su hermano Paco, él ya la había fastidiado con eso de ponerse sus vestidos y andar de amanerado; podría también sorprender a su padre mientras preparaba las gelatinas. Otra cosa genial podría ser el entrar tranquilamente a una tienda y robar todo lo que uno no puede comprar. Es más, podría robar un banco.
Los libros debajo de la escalera eran bien interesantes: “página 27, receta para hacerse invisible.
“Ingredientes de la poción para hacerse invisible” escribió con cursiva en la parte superior de la libreta, apenas sobre la rayita azul cielo que estaba desapareciendo de sus páginas
- Una olla grande, de preferencia negra
- Agua de panteón
- Un vasito de brandy
- Un gato negro macho, grande
- Un costal (para atrapar al gato)
- Un cucharón
“Mate al gato de un mazazo bien fuerte en la cabeza, póngalo a hervir en la olla con agua y brandy hasta que lo sienta suave y el cuero se le desprenda con facilidad…”
Había gatos, muchos gatos, los veía doblar la esquina, en el techo y corriendo por las banquetas. Siameses, moteados, blancos y tigrillos. Al gato negro lo atrapó fácil, era un bicho casero acostumbrado a los mimos. La sangre empapó el pelaje del animal, murió de tres golpes en la cabeza.
“El último miércoles de abril antes de la media noche despelleje al animal y tome la cola, póngala a hervir nuevamente, agite hasta que se disuelva y pueda notar los huesos, tome el primer hueso de la punta y limpie con alcohol, colóquelo bajo su lengua. Recite su nombre al revés tres veces hasta que el espíritu guía aparezca, cuando lo vea no tema, es importante que sea firme al contestar pues él habrá de cuestionarle: ¿Qué haces? y su respuesta debe ser: No he matado al gato. El espíritu entonces le acusará de hacerlo y usted debe negarse y continuar el diálogo hasta que el espíritu abra su mano y le muestre una figura, la cual usted debe trazar en su frente. Luego mírese al espejo y si no hay reflejo sabrá que el procedimiento funcionó. Pero si puede verse bueno… repita desde el principio ahora con el hueso que sigue al de la punta.”

La lengua se le enfriaba y un hilo sudoroso le acariciaba la espalda, el miedo le picaba por todas partes. Pulió el hueso con alcohol y abrió la boca en el momento justo en que doña Pili pegó de gritos despertando a todo mundo. Más rápido que la frase “esta chamaca otra vez” Cecilia bajó rápidamente los escalones hasta llegar a su cuarto, esquivando acrobáticamente el brazo de su padre que se estiró grotesco cinturón en mano para darle su merecido. Ya en su cama y después de tanto alboroto, cuando el silencio se coló hasta por debajo de la puerta, Cecilia se miró al espejo.
© Bea Black


WANT BUT NOT WHAT YOU NEED

Son tantos los nombres con los que te recuerdo, a veces los colores cubren la imagen que produce mi memoria pero te veo, claramente. Los ojos cafés, bien brillantes, pestañas espesas, esa mirada tierna que por más que te esfuerzas en convertirla en algo sensual, no sale. Luego las cejas negras potentes, lo único que junto a tu nariz le aporta hombría a tu rostro. Y esa boca que en mi mente lo cubre todo. Daría mi vida por besarte, besarte la boca, las cejas, besarte toda la cara. Ojalá estuvieras aquí y no con ella. Te juro que te miraría del modo en que a ti te gusta y cumpliría cada petición que me pidieras porque conozco tu nobleza y tu sabiduría. Y todo eso me enamora desde que aprendí a valorarte sin conocerte, porque te ibas desarrollando lejos de mí. 
Respiro profundo y la sonrisa no se endurece en mi cara porque no me canso de ti. Y ahhh suspiro… Eres la fuente inagotable e infinita de todos mis deseos, porque todo lo que quiero que la vida me regale eres tú, no pido más. Ojalá estuvieras aquí y no con ella. No puedo ser más afortunada y más miserable al mismo tiempo, porque yo lo tengo todo menos a ti y tú  la tienes a ella que te mira como  las mujeres de las películas, amando, creyendo, dando todo.
Sólo soy feliz cuando te pienso, cada minuto del día estás aquí, te escucho. Tu voz jamás se parece a la de alguien, tú eres único. Me dices con dulzura: he cambiado; pero tu voz parece la misma. Ojalá estuvieras aquí y no con ella. Tu risa es aquella que envolvía el pasillo de tu casa cuando mirabas mi rostro de terror porque tu madre me hacía sufrir con sus desplantes. Es en tu casa donde aún vivo, en la pared agenda telefónica, en el árbol de mandarinas, en el columpio, en el cuartito de atrás, en el patio.
No sabes que ganas tengo de decirte todo, de pedirte que la dejes, que vengas a ocupar el lugar que he guardado para ti por años, pero no me atrevo, aún no tomo el curso de mi vida de modo que tu rechazo sea doloroso y superable. Estoy enamorada de ti de esa forma perfecta, de esa forma a la que llaman verdadera porque puedo conformarme con tu existencia, pero cariño mío, no voy a negar que como me faltas me dueles, con un dolor terrible que me consume y quiero llorar ahora. 
© Bea Black