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Me gusta hacerla de pedo, me gusta complicarme todo. TO-DO. Porque cuando las cosas van perfecto, así naturales, cuando algo sucede de forma espontánea, ahí, justo ahí, lo estropeo. Me transformo en la persona más irritante, y lo disfruto tanto que se me ha hecho un placer culposo. Me amenazan con dulzura, me piden que me detenga, que no siga, que ya me calle, pero no, me pongo loquísima, reviento.
Primero paranoia, angustia, luego celos, ira, suposiciones perversas. Seguido de carita de perro, falso arrepentimiento: “perdón perdón, es mi culpa, lo siento”, no es cierto, no lo siento. Yo sólo quiero seguir jodiendo, elaborando problemas donde no los hay, porque soy nada sin eso. Y es que a mí me hace falta la discusión, el argüende, los berrinches. Si supieran cuánto me gusta, cuánto disfruto mentando madres, lloriqueando. 
Cuando he cumplido mi cometido me retiro, como quien le da un llegue al carro prestado y luego se hace el que la virgen le habla, levantando las manos, encogiendo los hombros: “no sé wey, así estaba cuando me lo diste”.
© Bea Black

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